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Este establecimiento, situado en la barriada de La Atunara de La Línea, tuvo comensales de primer nivel y recibió numerosos premios. Referente durante décadas en el sector gastronómico, cerró en 2016. El edificio donde estuvo situado es la imagen de la desolación y de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
“Una de las mejores alternativas por calidad que se pueden encontrar en el Campo de Gibraltar”.
Así calificaba la página web Espacios Secretos al restaurante La Marina en el año 2009. Todo eran elogios en una crítica gastronómica en la que se destacaba la aparición de este establecimiento en la prestigiosa Guía Michelín, que lo incluyó en la relación de 237 restaurantes con cocina de cierto nivel a un precio de 35 euros por comensal de los de entonces.
Y es que aunque La Línea de la Concepción sólo tenga 150 años de historia, éstos dan para mucho y el restaurante La Marina es una parte fundamental de la misma que no debe quedar en el olvido.
La Marina fue fundado en 1947 aunque sus orígenes datan de unos años antes, cuando Cayetano Caparrós trajo desde Málaga los espetos de sardinas. Los preparaba y vendía en misma la playa de Levante.
La familia Caparrós abrió años más tarde un restaurante que se hizo muy popular. Luego, en 1947, fue levantado el que sería el edificio definitivo del restaurante La Marina, en plena playa de Levante, en la marinera barriada de La Atunara, una ubicación que mantuvo hasta el final por una concesión que tenía fecha de caducidad al estar en plena franja litoral.
Tres generaciones de la familia Caparrós estuvieron al frente de este señero restaurante, siendo el último Francisco Caparrós, que murió en 2015.
La familia Caparrós supo llevar a la cima la gastronomía linense. Además de la afamada clientela, los linenses frecuentaban este restaurantes conscientes de que la relación calidad/precio era insuperable. Muchos gibraltareños y vecinos de otras poblaciones del Campo de Gibraltar lo tenían también entre sus establecimientos preferidos.
Los reconocimientos fueron muy numerosos. En 2005, por ejemplo, La Marina logró el Premio Nacional de Gastronomía por parte Radio Turismo. Dos años más tarde fue distinguido con la Insignia de Oro de la Federación Provincial de Empresarios de Hostelería (Horeca) por su 60 aniversario. Ahí es nada.
En el año 2009, La Línea de la Concepción le rendía un merecido tributo al concederle la Medalla al Mérito de la ciudad. Los argumentos: que el restaurante La Marina era por entonces seña de identidad de la ciudad y de la barriada de pescadores de La Atunara, y que sus propietarios, desde su fundación, “habían contraído méritos más que suficientes para hacerse dignos de la concesión, distinción prevista en el Reglamento al constituir un referente gastronómico de primer nivel en la provincia de Cádiz, que representa un motivo de orgullo para la ciudad”, publicaba por aquel entonces el diario SUR.
En su etapa final, algunos trabajadores asumieron las riendas del local pero aquello no hizo posible una remontada y cerró sus puertas en 2016. La crisis económico-financiera de 2008 también le pasó factura y La Marina cerró de manera muy discreta, tanto que en un primer momento pasó desapercibido para la mayoría de la población de la Línea y del resto del Campo de Gibraltar.
Casi 70 años de historia dieron para mucho. La Marina fue epicentro de la vida social de La Línea de la Concepción. Por él pasó lo más granado de la sociedad de la zona pero también personalidades de la talla del escritor Orson Welles o el actor Sean Connery, por citar sólo algunos. Toreros, artistas y personalidades del mundo del flamenco solían frecuentarlo con bastante asiduidad.
Tenía capacidad para 400 comensales y una terraza de verano en la que degustar un espeto de sardinas frente al mar se convertía en una delicia.
Su carta estaba integrada fundamentalmente por productos del mar y su decoración era completamente marinera. No podía ser de otro modo.
Testigo de cenas románticas, comidas de negocios, celebraciones familiares y lugar de referencia para los amantes de la buena cocina, La Marina pasó a la historia y hoy resulta desolador ver el deterioro que registra.
El paso del tiempo y el abandono no le hacen justicia. Un inmueble completamente desvencijado, con cristales y puertas rotas, al que además se puede acceder sin problemas, se ha convertido en una estampa para la melancolía. Cualquier tiempo pasado fue mejor.
El restaurante ha sido incluso objeto de numerosos robos de materiales y de lo que quedaba en su interior. Ha tenido incluso okupas y resulta desolador ver en qué situación se encuentra.
NOTA: Fotos cedidas por La Línea a través del Tiempo y Pepe Martínez, de Protección Histórica Linense.
