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Benito de Soto Aboal fue uno de los piratas más crueles del Atlántico y se convirtió en leyenda a bordo del barco La Burla Negra. Ordenaba asesinar sin piedad a las tripulaciones de los barcos a los que asaltaba.
Este gallego fue ejecutado en Gibraltar en 1830 acusado de 75 asesinatos y 10 barcos quemados y hundidos. Su pequeña estatura hizo necesario que subiera a su propio ataúd para que su cuello llegara a la soga.
Benito de Soto Aboal nació el 22 de marzo de 1805 en Pontevedra, en el barrio marinero de A Moreira y en el seno de una familia humilde. El séptimo de 14 hermanos y analfabeto, a los 17 años ya era un referente entre los contrabandistas de la costa pontevedresa.
Embarcó muy joven con destino a Cuba y con tan sólo 23 años era ya el segundo contramaestre del Defensor de Pedro, un bergantín con bandera brasileña que se dedicaba al comercio de esclavos con África y que tenía patente de corso, es decir, permiso de la autoridad de Brasil por el que podía atacar a barcos y poblaciones de países enemigos.
Fue en ese buque cuando, en enero de 1828, el capitán, Pedro Mariz de Sousa y sus hombres de confianza, lo abandonaron en Cabo San Pablo ante la sospecha de que se preparaba un motín. Al frente del mismo, Benito de Soto, que asumió el timón tras la rebelión y no tuvo reparos en asesinar a su principal cómplice.
Y así fue como el Defensor de Pedro se convirtió en un buque pirata para pasar a la historia y ser leyenda. Cuentan que con pintura negra que encontraron en las bodegas lo pintaron y lo rebautizaron como La Burla Negra. En la actualidad, son muchos los que sostienen que el barco de Jack Sparrow, La Perla Negra, de Piratas del Caribe, está inspirado en el navío de Benito de Soto.
Y ahí comenzó la sanguinaria historia de La Burla Negra y de su despiadado capitán. Fueron muchos los abordajes a embarcaciones en su siniestro recorrido por el Atlántico.
Uno de los más violentos fue el asalto al Morning Star, una fragata inglesa cargada de maderas nobles, especias y café. La práctica totalidad de su tripulación fue asesinada por orden de Benito de Soto. No quería flecos sueltos.
Para engañar a la tripulación del Morning Star, De Soto recurrió a una artimaña pirata, arrió la bandera amiga e izó la Unión Jack, pero no engañó a los británicos y se inició una persecución. Tras alcanzar a la fragata, la práctica totalidad de la tripulación fue asesinada y algunas mujeres que había a bordo, violadas.
Los piratas dejaron a algunos tripulantes en las bodegas y ocasionaron graves daños en el casco para hundirlo, pero se fueron demasiado rápido y el Morning Star fue rescatado a tiempo por otra embarcación británica. Sus supervivientes serían años más tarde los que posibilitaron con sus testimonios la condena a muerte del despiadado pirata y de sus esbirros.
En dirección a las Islas Azores, La Burla Negra continuó con su terrible masacre. Se topó con la fragata de bandera norteamericana Topaz, a cuya tripulación, De Soto ordenó asesinar tras llevarse su botín y quemar el barco.
El pirata y los suyos se hicieron con un importante tesoro que incluía joyas, piedras preciosas y sedas. Eso sí, tras este ataque, el pirata gallego ordenó incendiar este barco y matar a toda su tripulación, algo que vieron desde el Unicorne, el único que consiguió zafarse de La Burla Negra.
Pero hubo muchos más. Según cuenta Pedro Rey-Alvite en visitasguiadas.es, a la altura del archipiélago canario se toparon con el barco británico Sumbury, a cuya tripulación exterminaron.
Luego sucumbieron el Cessnok y el New Prospect, también británicos, así como dos barcos portugueses. “Se cree que Benito Soto sentía un odio especial por los británicos, pues había crecido con la historia de la derrota a manos inglesas en Trafalgar”, indica este autor. También ejecutó a los tripulantes del bergantín británico Britckbarca entre Las Azores y Cabo Verde.
Pero a Benito de Soto se le truncó la racha. No pudo vender como deseaba la mercancía robada y puso rumbo al sur de la Península Ibérica. S
u vigía erró en los cálculos y confundió de noche el faro de la Isla de León con el de Tarifa, situando así a La Burla Negra en la Bahía de Cádiz y poniéndolo al alcance de las autoridades. El barco encalló en las playas del Ventorrillo del Chato.
Había que hacer reparaciones pero los piratas prefirieron divertirse, según recogen varias publicaciones, y en Cádiz se lo pasaron en grande, haciendo además ostentación de su riqueza. Eso activó todas las alarmas y la tripulación de La Burla Negra fue detenida.
La tripulación fue ahorcada en Cádiz por orden del Rey Fernando VII. Según jotdown.es, el monarca español ordenó que fueran ejecutados y descuartizados para dejar luego sus cabezas cortadas durante varios días por distintos puntos de la ciudad.
Benito de Soto había sobornado antes a sus captores y escapó a Gibraltar. Craso error. Uno de los pasajeros del Morning Star le reconoció allí y fue detenido en una fonda del Peñón. Cuentan las crónicas de la época que llevaba encima un sombrero y un puñal de los que se había apoderado en el Morning Star, así como un pasaje a Ceilán.
Las autoridades británicas, que se habían propuesto dar caza al buque pirata, al que buscaba sin tregua su Armada, lo acusaron de 75 asesinatos y de hundir y quemar 10 barcos. El 25 de enero de 1830, cuando contaba 24 años, De Soto murió en la horca en Gibraltar.
Su ejecución fue única. El destino le había reservado un final tragicómico, para el que se antoja perfecto el nombre de su propia embarcación, La Burla Negra.
Tras su detención fue encarcelado en el Castillo. El investigador e historiador de Gibraltar Richard García cuenta a ReachExtra que según recogió en su momento The Gibraltar Chronicle, al no ser británico, fue ejecutado fuera de la Guarnición, en el Istmo:
“Los soldados británicos eran más altos e hicieron la horca demasiado alta. La cabeza de Benito de Soto no llegaba a la soga y utilizaron el ataúd que tenían preparado para su cadáver para que el reo se subiera a él, llegara y pudiera ser ajusticiado”.
Algunos medios españoles, como guiatecalicia.com, añaden que De Soto rezó y escuchó la sentencia con indiferencia, dirigiéndose luego a la muchedumbre para decir “Adiós a todos, la función ha terminado” y morir en la horca en Gibraltar.
