Desconocida aún para muchos, esta cueva de la sierra de Líbar, a siete kilómetros de Benaoján, es un soprendente santuario del arte rupestre de más de 30.000 años de antigüedad.
El escarpado paisaje que rodea el pueblo de Benaoján, en la sierra de Líbar, entre la sierra de Grazalema y la serranía de Ronda, guarda algunos increíbles tesoros para los amantes de la la Espeleología, la Paleontología y la Arqueología. Uno de ellos es la Cueva de la Pileta: una joya del arte rupestre, con pinturas del Paleolítico y restos del Neolítico, todavía desconocida para muchos, y que, pese a ello, nada tiene que envidiar a otras grutas más “famosas” y también más explotadas turísticamente, como las de Altamira y otras del norte de España y el sur de Francia.
Aquí, en el sur de la Península Ibérica, a apenas 15 kilómetros de Ronda, es posible sumergirse durante algo más de una hora en plena Prehistoria, y caminar, entre magníficas estalactitas y estalagmitas, por salas y galerías capaces de dejar con la boca abierta al más escéptico, mientras, de tanto en tanto, nos sobresalta el vuelo de algunos de los miles de murciélagos que habitan en su interior.
El yacimiento fue descubierto en 1905 por José Bullón Lobato, un campesino que dio con la cueva, precisamente, al observar la salida de numerosos murciélagos, cuando buscaba “guano” (una especie de abono con excrementos de animales) para las tierras que tenía arrendadas en el cercano Rancho del Harillo. La noticia del hallazgo no tardó en extenderse por los alrededores y atrajo la atención de invesgtigadores como Willoughby Verner, un coronel retirado que vivía en Algeciras y que unos años más tarde hablaría de la Pileta en su libro “Letters from Wilder Spain. A mysterious cave”.
El antropólogo Henri Breuil y Hugo Obermaier fueron otros de los estudiosos que acudieron en aquellos primeros años del siglo XX a investigar las pinturas rupestres de aquella cueva, que poco después, en 1924, sería declarada Monumento Nacional. Aquel año se colocó también la verja de hierro que todavía hoy sirve de acceso a la cavidad, después de que Tomás Bullón, hijo del descubridor, encontrara la actual entrada (la misma que, curiosamente, había sido usada miles de años atrás, durante la ocupación prehistórica de la cueva).
Tomás fue, igualmente, en 1933, el descubridor de las Nuevas Galerías, donde se encontraron por primera vez esqueletos humanos. Dos años después se halló también la llamada Venus de la Pileta, en la Galería de los Murciélagos, y se descendió por primera vez la “Gran Sima”: un pozo vertical de 72 metros de profundidad situado al final de la Sala del Pez, en la parte norte de la cavidad, en cuya base se encontraron, ya petrificados, restos humanos y de animales. Habría que esperar muchos años, hasta 1992, para que fuera descubierta en las paredes de la Gran Sima una nueva galería horizontal, llena de cristalizaciones de increíble belleza, pero absolutamente virgen, a la que se bautizó como “Galería Bullón”.
Visitas reducidas y guiadas por la Galería Principal
Actualmente, por motivos de seguridad y protección, sólo la Galería Principal de la Cueva de la Pileta, en el nivel superior, está abierta al público y recibe visitas, que se hacen en grupos reducidos y amenamente guiados por miembros de la familia Bullón, descendientes del descubridor y garantes, todavía hoy, de su cuidado y conservación.
Durante los 500 metros del circuito, que los visitantes realizan provistos de pequeñas lámparas portátiles, se recorren la Galería de los Murciélagos, la Sala del Castillo, la Nave Central, las Termópilas, el Salón del Lago, el Desfiladero, los Órganos, el Baño de la Reina Mora y la Sala del Pez, y es posible maravillarse con algunas de las numerosas pinturas y grabados de estilo francocantábrico de la cueva, muchas de ellas del Paleolítico y con más de 30.000 años de antigüedad.
Abundan las representaciones de ciervos, caballos, cabras, toros, un bisonte e incluso peces y una foca, que llaman poderosamente la atención, entre otras cosas, por la lejanía del mar a la que actualmente se encuentra la cueva, y que el guía va descubriendo poco a poco a los visitantes, iluminándolos, teatralmente, con una linterna. Del periodo Neolítico son numerosas también las pinturas esquemáticas y abstractas, todas ellas en color negro.
Según se explica en el plano-guía que los visitantes pueden adquirir, junto a postales de las pinturas (dado que está prohibido hacer fotos en el interior de la cueva), en otros niveles, de acceso más complicado y peligroso y, por tanto, excluidos de la visita turística, también abundan las pinturas y formaciones kársticas de gran belleza, como espeleotemas freáticos, gours y excéntricas. Entre las representaciones paleolíticas de mayor antigüedad hay también manos, serpientes, linces, signos abstractos llamados “tortugas” y antropomorfos en color amarillo, rojo o negro.
Aún escuchando de labios del guía todo lo que oculta aquí la tierra, basta lo que está al alcance de los ojos para maravillarse con este Bien de Interés Cultural habitado por nuestros ancestros, y plagado de representaciones que “aún guardan escondidos y enigmáticos significados”.
CURIOSIDADES:
- Aunque los restos humanos más antiguos hallados en su interior tienen unos 30.000 años, la edad geológica de la cueva es de 150.000 años.
- La temperatura en el interior de la cueva, estable durante todo el año, es de 15º C.
- El camino que asciende desde el parking (686 m de altitud) hasta la entrada de la cueva (711 m de altitud) tiene 101 escalones y el recorrido visitable 243.