En nuestro último artículo, describimos los billetes de fiebre que se utilizaron para restringir el movimiento de personas durante la epidemia de fiebre amarilla de 1828.
La implementación exitosa de esos boletos dependía de la coordinación en los campamentos de cuarentena que se construyeron en el Campo Neutral que separaba a Gibraltar de España.
Este sistema de cuarentena consistía en la segregación tanto de los enfermos como los sanos para minimizar la transmisión de la enfermedad y era especialmente necesario teniendo en cuanta el limitado espacio en Gibraltar, la afluencia diaria de cientos de trabajadores y el tamaño de la población que excedía por mucho la disponibilidad de vivienda y saneamiento.
El Campo Neutral como lugar de cuarentena
En el otoño de 1810 cuando sólo habían aparecido unos pocos casos de fiebre amarilla, las autoridades actuaron rápidamente y en secreto para habilitar un lugar de cuarentena en el Campo Neutral.
En octubre, los enfermos en la ciudad fueron conducidos a la fuerza de sus casas y enviados al campamento durante la noche. El recién nombrado director médico de salud, el doctor Pym, ordenó la edificación de carpas.
Las personas que ya habían tenido la fiebre de 1804 fueron asignadas a la labor de purificar y fumigar las casas de los enfermos. La cuarentena se levantó finalmente el 24 de noviembre cuando se permitió que las familias regresaran a sus hogares.
Durante las epidemias de 1813 y 1814, el Campo Neutral volvió a servir como lugar de albergue de los enfermos. El historiador, Dr. Sam Benady, señala que durante los períodos inter epidémicos, la aldea temporal en el Campo Neutral servía como un lugar donde los habitantes podían escapar del hacinamiento durante los calurosos meses de verano.
Ya en julio de 1817 empezaron a otorgarse permisos para ocupar lugares fuera de las murallas de la fortaleza, y entre los primeros se encontraba un barquero genovés que había vivido en Gibraltar durante 33 años, a quien se dio permiso de residir en el Campo Neutral.
La transición al retiro protector
El lunes 1 de septiembre de 1828, hubo gran alarma en la guarnición al oírse susurros reprimidos de las palabras: epidemia y vomito negro en las calles y patios y que la temida fiebre había regresado.
Una orden de la Oficina del Inspector el 6 de septiembre requería que todas las personas que habían pasado por la fiebre podían permanecer en la Guarnición. Esta libertad, sin embargo, no se extendió a las familias en las que al menos un miembro no había sido infectado con fiebre amarilla anteriormente.
En un solo día, se ordenó a más de dos mil civiles desplazarse al campamento del Campo Neutral. Con una leve brisa del suroeste y temperaturas que ascendían a 70 grados registradas ese día, ¡el movimiento masivo de personas que llevaban sus pertenencias al campamento habría sido un espectáculo impactante!
No se sabe exactamente cuándo se empezó a usar el Campo Neutral como lugar de protección. Según un relato del Dr. Fraser (citado en el libro de Vandervelde y García, “Quarantine and Disinfection of Mail” – La cuarentena y la desinfección del correo) se sugiere que en julio de 1819 el campamento fuera de la ciudad se usaba para personas que habían pasado por «la fiebre».
El campamento en esa zona también sirvió como centro de ayuda humanitaria durante la epidemia.
La comida se sufragaba con donaciones caritativas privadas y el gobierno colonial proporcionaba el albergue.
España jugó un papel importante a lo largo de la epidemia con el generoso suministro de alimentos en el mercado especial (llamado el Palenque).
Además, el Rey de España hizo una contribución sustancial de trigo y harina para los pobres. Llegado el 11 de septiembre, el abastecimiento a los afligidos en el campamento era preocupante. El presidente del Comité de Ayuda y Regulación del Campamento Civil, Thomas Godfrey Turner, solicitó donaciones en el periódico local de personas locales y extranjeros.
Tres médicos civiles pagado con fondos del gobierno, monitoreaba la salud de los que vivían en el campamento.
Los campamentos en 1828
Había dos campamentos distintos en el Campo Neutral, uno para civiles y el otro para militares. El campamento civil constaba de ciento ochenta y seis cobertizos pintados en marrón, que albergaban a mil sesenta y tres habitantes.
También había setecientas setenta y cinco tiendas que albergaban a otros dos mil ochocientos setenta y ocho civiles. Las puertas de las tiendas daban al norte o al este.
Las tiendas se colocaron a una distancia de tres o cuatro pies (alrededor de un metro) entre sí, y las calles tenían un anchor de solo diez a doce pies (3.3m). La mayoría de los cobertizos o tiendas de campaña estaban tenían números.
El tamaño típico del cobertizo o cabaña de madera era de catorce pies cuadrados (1.3m). Sin embargo, había cobertizos más grandes y algunos se dividían entre diferentes familias.
La rutina diaria del campamento debe haber sido un espectáculo perturbador. En octubre, dos ‘carros de muertos’ transportaban a los cadáveres de los que sucumbían a la fiebre, desde el hospital hasta el centro del campamento, para ser enterrados en largas trincheras.
Todas las mañanas, el médico a cargo del campamento, el Dr. Turner, recogía las devoluciones diarias de las tiendas, los cobertizos, el lazareto y el hospital improvisado.
Tres veces por semana, el gobernador Don llegaba desde su casa de campo ubicada en el sur de Gibraltar para inspeccionar el campamento; la policía y los inspectores de salud patrullaban las calles del campamento con regularidad.
Si bien la mayoría de los que acamparon en el Campo Neutral pudieron escapar de la fiebre, los que la contraían debían enarbolar una bandera amarilla sobre su cobertizo o tienda.
Luego, los infectados serían trasladados al hospital improvisado y sus familiares eran enviados al lazareto de observación.
Por las noches las sabanas, mantas y la ropa de los enfermos y muertos se incineraban en la playa cercana, creando un recordatorio constante y misterioso de la epidemia en curso, ya que el fuego y el humo iluminaban el cielo nocturno.
Sin embargo, la vida diaria continuaba en el campamento, y uno de los cobertizos más amplios (# 30) servía como sinagoga ocupada por 7 personas; los sábados, de veinte a veinticinco hombres se reunían para orar. El Gran Rabino inspeccionaba todas las provisiones obtenidas del Palenque.
En otro cobertizo (# 85), la Sra. Luiji daba clases a los niños pequeños.
Los que acamparon en el terreno neutral pudieron traer a sus criados, mascotas y, en un caso, hasta un mono mascota.
Restaurando algo parecido a la normalidad, un cobertizo (# 55) estaba rodeado por todos lados por macetas de flores.
El campamento militar albergaba a hombres, mujeres y niños del 12º Regimiento, 42º Regimiento y 43º Regimiento. Se dice que, para compensar la monotonía diaria, los soldados fuera de servicio jugaban al cricket.
Durante cuatro meses, un total de ocho mil personas, militares y civiles combinados, acamparon en el Campo Neutral.
Con el cese de los casos a finales de diciembre, el campamento fue desmantelado y retirado en enero de 1829.
Si bien el Palenque continuaría utilizándose durante las cuarentenas de toda la ciudad (con la construcción de un cordón sanitario) para las epidemias de cólera hasta la década de 1880, los campamentos tales como se describen aquí cesaron con la última Gran Fiebre de 1828.
El éxito de la utilización del campamento para limitar las infecciones por fiebre amarilla se atribuyó en gran parte a la falta de agua estancada que habría servido como criadero del mosquito (Aedes aegypti).
La segregación y el confinamiento de la subsección sana de la población, sin embargo, requirió un meticuloso rastreo de contactos, una formidable empresa, teniendo en cuenta que era anterior al conocimiento de la revolución bacteriana.