Los investigadores José Juan Yborra e Iñaki Irijoa, autores de un libro de investigación que reivindica la figura del periodista y escritor gibraltareño y rescata su obra literaria del olvido…
“Como muchos periodistas de los años 20, Héctor Licudi soñaba con convertirse en un gran escritor. Pero su primera y única obra literaria, ‘Barbarita’, que en principio iba a ser sólo una novela galante, al uso de la época, acabó convirtiéndose, en gran parte, en una realista descripción del Gibraltar de aquel entonces y en un ajuste de cuentas con su tierra natal, que casi le cuesta la vida… y que puso fin a sus ambiciones literarias”.
El profesor e investigador algecireño José Juan Yborra trata de resumir así un hecho determinante en la vida del periodista y escritor gibraltareño Héctor Licudi, autor de una novela “olvidada y maltratada”, de la que apenas quedan ejemplares, y protagonista de una exhaustiva labor de investigación que en breve verá la luz en forma de libro.
“Barbarita, la novela galante de Gibraltar”, es el título de este análisis crítico y narratológico de la obra literaria de Licudi, fruto de la colaboración entre Yborra e Iñaki Irijoa, especialista en Estudios Literarios y Literatura Comparada, coautor de la investigación y del libro con los que ambos tratan de “reivindicar la figura de Licudi y rescatar su obra del olvido”. La publicación cuenta ya con el apoyo de la Asociación de la Prensa del Campo de Gibraltar (APCG), a través de la colección “Estrecho de Periodistas”.
Basta leer algunos párrafos del manuscrito, al que Reach ha tenido acceso, para hacerse una idea de lo interesante que resulta la trayectoria profesional y humana de Licudi, que empezó su carrera periodística en el diario gibraltareño “El Anunciador” (uno de los que se editaban en español en el Peñón) y que refleja, perfectamente, cómo era el oficio en los felices años 20 del pasado siglo.
Los años 20 en la comarca: una ‘generación’ de periodistas jóvenes con ambiciones literarias
En unos años en los que la “frontera” que separa Gibraltar y España era mucho más “permeable” que la actual, y en los que La Línea y Algeciras, como el resto de España, disfrutaron de una “época dorada” en la creación y difusión de un importante número de periódicos y revistas, Héctor Licudi entabló una fluida relación con no pocos periodistas e intelectuales españoles, que, en cierto modo, influyeron en su devenir profesional y vital.
“Podríamos decir que en la comarca hubo un ‘boom’ de cabeceras, y que los periodistas que escribían en ellas, jóvenes con intereses comunes y afán por abrirse camino en la literatura, acabaron conformando una especie de ‘generación’, que se dio también en otros ámbitos culturales y artísticos… Ahí encontramos nombres como los de Rafael Argelés, Pérez Arriete, Ramón Puyol o Gustavo Bacarisas, entre otros, todos ellos luchando por hacerse un hueco fuera de una tierra que se les quedaba pequeña, en Sevilla primero, y luego, intentando dar el salto a Madrid”.
El libro de Yborra e Irijoa expica que, como muchos de sus coetáneos (el 90 por ciento de los que escribían las novelas cortas tan de moda entonces se ganaban la vida como periodistas), el gibraltareño Héctor Licudi utilizó desde sus inicios sus crónicas periodísticas para hacer valer su condición de escritor, plasmar su visión de la vida y, a la vez, tratar de hacerse un sitio dentro del efervescente panorama literario en español.
Empeñado en reivindicarse como escritor, Licudi consigue que la editorial Mundo Latino le publique en 1929 “Barbarita”, que empezó siendo una novela galante al uso de las que daban dinero y fama en la época: novelas cortas, que contaban historias sentimentales impregnadas de un suave erotismo, y que luego no han sido reconocidas por la Literatura “oficial” y con mayúsculas, acabando, la inmensa mayoría de ellas, en el más absoluto de los olvidos.
Una novela galante, con tintes autobiográficos, que estuvo a punto de costarle la vida
Sin embargo, según la investigación realizada por Yborra e Irijoa, la infuencia del entonces afamado escritor Eduardo Zamacois, que le prologó el libro, acabó animando a Licudi a ir un paso más allá, enriqueciendo una obra, con marcados tintes autobiográficos, que estuvo a punto de costarle la vida.
“Al final, un 50 por ciento de ‘Barbarita’, lo mejor de la novela, sin duda, se compone de impagables descripciones del Gibraltar de aquellos años, con críticas al poder colonial británico y reflexiones muy serias sobre una ciudad a la que Licudi censuraba su carácter provinciano; una sociedad endogámica donde todo el mundo se conocía y sabía de las intimidades de los otros, y que a Licudi, que tuvo una vida sentimental azarosa, le debió de resultar asfixiante”.
“Todavía no ha nacido el hombre que defienda Gibraltar”, llegó a escribir Licudi, que, a los pocos días de la publicación de ‘Barbarita’, recibió una paliza en la calle tan brutal que incluso le tuvieron que hospitalizar, según han podido confirmar los investigadores.
“Una vez recuperado, se fue a Madrid para no regresar jamás a Gibraltar, como tampoco volvió a firmar ninguna otra novela. En cualquier caso, ya había conseguido su propósito: ser reconocido como escritor y conseguir, con ello, una especie de salvoconducto que le abriera las puertas de la gran ciudad y le permitiera escapar de una zona en la que se sentía atrapado”.
En la capital de España vivió los convulsos años de la Segunda República, la Guerra Civil y la posguerra trabajando como reportero y corresponsal, “teniendo en cuenta que hablaba perfectamente inglés y tenía nacionalidad británica y que, precisamente por eso, no fue durante aquellos años un periodista cualquiera”, explica Yborra, sin querer revelar algunas de las muchas sorpresas que depara la investigación.
Una investigación que, en cierto modo, termina en el Hospital Angloamericano de Madrid, donde, el 23 de octubre de 1959, falleció Licudi, a la edad de 63 años, y después de haberse convertido, en la última etapa de su vida profesional, en el mejor cronista hípico de España.
Tan sólo una polvorienta lámina en el cementerio de La Almudena, donde reposan sus restos, recordaba hasta hoy su memoria… Y ahora, también, este libro.