Yo tenía 18 años y un día, justo.
El 8 de junio 1969 a las 12 de la noche se procede a cumplir el decreto, que ya se veía venir, tras la escalada en el acoso y derribo a Gibraltar, calificado por los jerarcas de entonces como “la fruta madura” que sin duda caería.
Y es que el generalísimo Franco desde 1954, año de la visita de la Reina a su colonia, “cedida a perpetuidad” por la corona española en Utrech según dice el Tratado, y viéndose ya más seguro en la escena internacional por el fin del aislamiento a que fue sometido tras el fin de la Segunda Guerra, gracias al apoyo de los EEUU, explícito después de la visita del presidente que a cambió consiguió las bases militares, se decidió a actuar.
Inspirado por su ministro Castiella, inició su estrategia. Por un lado, en Naciones Unidas, en pleno proceso de descolonización de los territorios que aún quedaban administrados por naciones europeas, y por otro, sobre el terreno, truncando las décadas de buena relación entre Gibraltar y su campo, y un proceso de ósmosis lento pero inexorable entre La Línea y la colonia.
El cierre fue paulatino. Selectivo. No se renovaban los pases, se obstaculizaba el paso por la Verja, se retiraron bastante antes a las mujeres…
Al final 4.000 trabajadores y unos pocos empresarios eran los que quedaban. Y cientos de gibraltareños que vivían de este lado, algunos tenían negocios, y todos hacían parte de su vida aquí, sobre todo en la Línea, que era dependiente total de Gibraltar, y también, aunque menos, al viceversa.
Se compraban muchos productos allí (recuerdo especialmente la ‘carneconbí’), y ellos aquí, sobre todo productos frescos.
Los gibraltareños de aquella época no han perdonado y los efectos fueron y siguen siendo muy negativos.
Durante mucho tiempo más no confiarán en España, se está perdiendo el uso de nuestro idioma por las nuevas generaciones, se ‘britanizaron’ de golpe.
Y en la Línea, un éxodo masivo en las semanas y meses siguientes; porque las promesas, las ayudas, las recolocaciones, o no llegaron o fueron muy escasas; la industrialización si llegó, pero no a La Línea.
Un estadio hoy casi en ruina para nuestro equipo de segunda división, un parque insostenible, ….. En total, unas 35.000 personas, la mitad del censo de entonces se fueron.
Bastantes a Londres, porque estaban familiarizados con el modo inglés de trabajar y con el idioma. Mi experiencia cuando era alcalde es inolvidable.
La Casa de La Línea agrupaba a más de 7.000 personas, hasta celebraban allí la feria y elegían a la reina de sus fiestas. Y fui invitado en varias ocasiones. Incluso lograron una calle: La Linea Street.
No sé qué quedará de aquello. Muchos volvieron jubilados con el paso de los años.
Trece años después fui testigo y actor de la apertura, también paulatina, pero el daño era irreversible. Y ahora el Brexit. Ya no es posible un cierre, pero si una consideración de frontera europea con país tercero.
¿Consecuencias?